y en medio de aquella selva de amenazantes cabezas de pulpo, un sendero, un camino...
Paraban a consumir raciones energéticas cada tres horas de marcha, siempre siguiendo el sendero que se abría ante ellos de forma surreal. Mojados bajo aquella luz roja asesina, ellos esquivaban sus propias miradas a través del brillo de los visores de los cascos, a pesar de ser sólo ellos dos. A causa de ello. Después de varios días de camino bajo la niebla roja ambos astronautas conocían el color del miedo de su compañero y el color de su esperanza.
1 comentario:
vamos Ricardo, estoy esperando mas cosas! sabes que disfruto muchísimo viendo tus trabajos...
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